Hacía poco que había cumplido los dieciocho y mucho, mucho tiempo que no iba a ver a mis abuelos. Era algo que dejaba de un día para otro, de un mes para otro.... hasta que me di cuenta con sorpresa que hacía ya mas de un año que no los veía .Esa aguja que pinchaba en mi conciencia había empezado ya a sangrar. Así que haciendo tripas corazón, con la mejor de mis sonrisas, unas buenas excusas pensadas y una bandeja de pasteles me presenté en el piso en donde viven solos los dos.
Lo pase muy bien con mi abuela. Fue una tarde de risas e historias frente a fotos viejas y dos tazas de café .Mi abuelo estaba fuera, como siempre. Llegó cuando casi me iba. Era alto, fuerte, de gran mostacho blanco, pipa y señorío. Estaba echo un roble, cosa que achaca a una tabla de “gimnasia sueca” que llevaba haciendo todas las mañanas desde hace más de cuarenta años. Mi relación con él era buena, pero muy esporádica. De siempre, paraba poco en casa. Cuando me vio, me escudriñó bien tras sus pobladas cejas y me dijo:
-¡ Carajo!. Ya estas echo todo un mozo. ¿ Tienes los dieciocho?.
- Si, abuelo.
- Pues mañana, te vienes conmigo.
Asentí con la cabeza. No era una invitación, era una orden de un antiguo policía armada. Quedamos al día siguiente, a las seis, en un bar en donde echaba la partida.
Al principio, yo estaba un poco nervioso. Cuando fuimos por primera vez a la barra, y me oyó pedir un refresco hizo como si se enfadaba.
- Pero...¿¡ somos paisanos o no somos paisanos! ?. Tú vas a hacer hoy lo que te mande tu abuelo. Pepe
¡ dos vinos!. Y una tapa, ...pero de las de amigo , ¿eh?, que este que está conmigo es mi nieto.
Y Pepe, que era un jabato, obedecía.
Tras esos dos vinos vinieron otros. Y otros dos en el otro bar. Y dos ribeiros en un gallego. Y luego... la verdad es que no lo consigo recordar muy bien.
Entre vino y vino nos íbamos conociendo. Supe de las historias de su pueblo, lo mal que se vivía antes y lo duro que es emigrar. De cuando hizo la guerra, de sus novias, de mi abuela... Entre tapa y tapa descubrí el placer de escuchar historias vividas. Aprendí muchos buenos consejos. Cuando una tapa estaba buena , estaba “ como para un cura de pueblo”.Y cuando algo se empezaba para no terminar, eso era para él una “pipa de juventud”: algo que se empieza sin estar preparado para ello. También escuchó mis historias y mis recuerdos. Se interesó por mis estudios y me pidió explicaciones de mis amigos y mi novia.
En cada bar, me iba presentando a sus conocidos como “mi nieto”, y yo hacía lo posible por merecer ese orgullo que sonaba en su voz cuando hablaba de mí a los demás. Hablábamos de lo humano y de lo divino, como dos amigos. En un momento dado, sacó de su boca su pipa y me dijo:
-¿ Sabes?, es bueno que un hombre sepa que es lo que quiere llegar a ser. Hay que plantearse una meta, tener una ilusión... Pero siempre teniendo en cuanta que lo importante, no es llegar, sino el camino. Dime ,Jaime, ¿qué es lo que realmente te gustaría llegar a ser?.
En aquel momento, los efluvios etílicos corrían por mi cuerpo , haciendo que sus palabras me llegasen tras una cortina de algodón . Tenía que apoyarme en la barra, para mantenerme dignamente de pié. Y ahí estaba él, mas derecho que un palo, sin que pareciera afectado lo más mínimo. Querido y respetado por todos los que le rodeaban, con una salud de hierro, moreno porque hacía poco acababan de volver de Canarias y con todo el día cada día por delante, para hacer lo que le diera la gana con él. No dude un instante.
- ¡Abuelo!. ¡ Yo de mayor, quiero ser abuelo!.