viernes, junio 09, 2006

El peso de la vida



Hoy, el despertador sonó como un trueno

y afuera hacía frío. Cuando conseguí despertarme,

tras un rato largo, descubrí que ya te habías ido.

Llovía en la calle, perdí el autobús por unos segundos

después de correr tras él como un poseso, y claro, llegué tarde al trabajo.

Hoy el jefe, me ha gritado delante de todos los compañeros.

Y cuando me estaba tomando un pincho en el bar, mi comida,

un pincho maravilloso, de tortilla rellena, con mayonesa,

ha salido la cara de un niño africano, por la tele,

muriéndose de hambre y mirándome a los ojos.

El cliente más gilipollas de la oficina

-entre todos los que somos-, me vino a tocar a mí.

Además me tuve que comer el marrón de otro compañero.

Salí el último, para acabar el trabajo atrasado.

Volví a perder el autobús, por unos segundos.

Te quería llamar, pero se me acabó la batería.

Al llegar a casa, ya estabas dormida

y ahora te miro y te aparto el pelo de la cara,

no quiero despertarte, estarás agotada.

Te dejo esta nota al lado de tu almohada

para que la leas por la mañana.

Contigo soy la persona más feliz del mundo.


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